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La Etimasia.

"El trono de la preparación".





La Etimasia (Ru. Этимасия, Gr. Ἑτοιμασία), o Trono de la Preparación, es una de las imágenes más extendidas en la iconografía, particularmente en el cristianismo ortodoxo. Nos hace presente que vivimos en un tiempo ya escatológico por lo que el trono ya está preparado para la segunda venida de Jesucristo, que viene a juzgar a vivos y muertos. El concepto se basa en los siguientes versículos del Salterio:Te has sentado en tu trono, cual juez justo y has reivindicado mi causa y mis derechos. Has abatido a las naciones, has hecho perecer a los malvados y has borrado su nombre para siempre. Los enemigos fueron aniquilados, arruinados sin remedio; sus ciudades fueron devastadas, perdido su recuerdo. Pero el Señor reina para siempre y establece su trono para el juicio.” (Sal 9, 5-8), y "Reina el Señor, vestido de grandeza, el Señor se revistió de poder, lo ciñó a su cintura, el mundo está ahora firme e inamovible. Tu trono está erigido desde siempre, pues tú eres, Señor, desde la eternidad." (Sal 93,1-2) El simbolismo del trono preparado está relacionado con la realeza de Jesucristo.

El trono vacío es un símbolo precristiano de autoridad invisible o ausente. Por ejemplo, en el Primer Concilio Ecuménico, un trono vacío con la insignia real estuvo presente para representar al Emperador Constantino, quien no participó físicamente en la reunión de obispos. De igual manera, en el segundo Concilio Ecuménico en Constantinopla, el Libro de los Evangelios fue entronizado haciendo presente a Jesucristo como «Rey de reyes y Señor de señores.»" (Ap 19,16)

En la iconografía del primer milenio, a menudo se representa la Etimasia como un trono sin respaldo y con un escabel. En ocasiones, sobre el trono hay una túnica de color púrpura, ricamente decorada. En Bizancio el color púrpura le estaba reservado únicamente a la familia imperial. También están presentes los símbolos de la Pasión: la Cruz, la lanza y la caña con la esponja empapada en vinagre. En ocasiones, vemos representado un cáliz (u otro recipiente) que nos hace presente la Eucaristía, así como los clavos de la Crucifixión o la representación de la corona de laurel como la corona de espinas, un momento de victoria para Cristo.

Estas variaciones modifican ligeramente el significado mostrándonos donde el autor del icono pone el foco. En el primer caso vemos la imagen de Cristo como monarca victorioso, y en el segundo se acentúa la crucifixión y el sacrificio eucarístico. Sin embargo, ambas formas coexisten.

Cabe destacar que la Etimasia descrita anteriormente no representa a Cristo como un rey “ausente”, sino como una presencia invisible.

A veces, podemos encontrar además de lo anteriormente expuesto, la representación de una paloma junto con un libro reposando sobre el Trono, tornando de esta forma a la Etimasia en un símbolo, una imagen de la Santísima Trinidad. Así, la paloma representa el Espíritu santo, el Libro del Evangelio es Jesucristo (el Verbo), y el trono mismo es el Padre.

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