Finalidad del Icono en la vida de Fé.
El Concilio de Nicea dice que el icono tiene 3 finalidades como ayuda en la vida de fe.
La primera es la didascalia (διδασκαλία)
Término griego que significa enseñanza. Es decir el icono cumple la función de instruir a los fieles de forma que las verdades de la fe puedan llegar a la universalidad de los creyentes incluidos los analfabetos.
San Gregorio Magno (Papa Gregorio I) decía: “Lo que la escritura da a los que saben leer lo da la pintura a los ignorantes que la contemplan. Porque en ella aun los que son incultos ven lo que deben seguir y en ella leen los que no conocen las letras y así la pintura sirve al pueblo de lectura”.
Por eso se ha comparado la imagen a la palabra y al libro. Al tiempo que el fiel va contemplando los iconos va comprendiendo el contenido de su fe. Va conociendo quien es Cristo, su encarnación, su epifanía, su bautismo, su muerte y su resurrección. Aprende quien es la Santísima Virgen, quienes son los santos y los principales hechos de sus vidas.
San Juan Damasceno es muy grafico a este respecto y dice: “Si un pagano te pide que le enseñes la fe, llévalo a la iglesia y colócalo delante de los iconos. Así le elevaras de las cosas sensibles a las invisibles”. Le propones lo sensible como rudimento y así lo conduces poco a poco al misterio, de esta forma le iras enseñando por la imagen. El santo propone toda una propedéutica para el conocimiento de los misterios invisibles que pasa por sus representaciones visibles ya sean estas sacramentales o icónicas. Se trata de una autentica catequesis visual, una teología hecha imagen.
Pero es insuficiente el conocimiento de la verdad, si al mismo tiempo no se repudian los errores que la contrarían.
A partir del Siglo IV la iglesia no se contenta con responder a los herejes en el plano doctrinal, si no que recurre al argumento icónico, determinando que en adelante los iconógrafos inscribiesen en la imagen de Cristo las letras “Α Ω”, para rebatir la herejía de Arrío que decía que Cristo no era Dios. Alfa es el inicio del abecedario griego y omega el final por tanto Cristo esta en el comienzo y en el final, es eterno, es Dios. De esta forma, el icono no solo fue una representación veraz de Cristo el Verbo encarnado si no que rebate un error contrario en la misma imagen siendo así una autentica catequesis.
El icono cumple esas dos funciones enseña la verdad y rebate el error.
Cuando Nestorio niega la “unión hipostática”. La unión en la persona de Cristo de su naturaleza Divina y de su naturaleza humana , negando por consiguiente la maternidad divina de María, que no era madre de Dios si no madre de Jesús, el Concilio de Éfeso, proclamo la maternidad divina de la Virgen, dándole el nombre de “Theotokos”, y se comenzó a representar a María con un porte majestuoso, entronizada con el hijo divino sentado sobre sus rodillas e inscribiendo en sus representaciones las letras griegas “ΜΡ ΘΥ” primera y última letra de las palabras (Μήτηρ Θεού) Madre de Dios.
Esta finalidad del icono es la más evidente, la más superficial.
La segunda finalidad del icono “La Anamnesis” ἀνάμνησις termino griego que significa memoria.
Cuando yo veo un icono viene a mi memoria lo representado. San Juan Damasceno dice: “Es memoria porque recuerda los beneficios de Dios y los misterios de Cristo”.
Las lecturas no siempre se leen o cantan en los tiempos venerables (existen ciclos litúrgicos), pero la representación de la imagen es así como una cátedra perenne que durante todo el año litúrgico nos está proclamando todas las verdades de lo que ha sucedido.
Por tanto si el occidente insistió mucho en el primer fin del icono la enseñanza el oriente insiste en este segundo de memoria.
El occidente es mas psicológico, le gusta más lo emotivo, el oriente en cambio busca otra cosa, según la mentalidad de los padres orientales, los iconos constituyen “RE–PRESENTACIONES”, volver a presentar el misterio allí pintado como si la virgen estuviera de algún modo en el icono. Ellos saben que no está, que es una madera pintada, pero es tan fuerte esa presencia, esa memoria, que se parece un poco a la misa que hace memorial de la pasión de Cristo. Esa pasión ya sucedió en un tiempo y lugar concreto, pero siempre la re-presentamos se hace presente, se hace contemporánea nuestra y de algún modo esas imágenes de la virgen o de Cristo están allí. Por eso el iconoclasmo (el romper las imágenes) en oriente era mucho más grave de lo que hubiera sido en occidente.
Tercera finalidad del icono "la Mimesis" la deificación del hombre.
Estas virtualidades didácticas y anamneticas del icono podrían encontrarse de un modo diluido en las pinturas religiosas y morales de índole puramente decorativo en cambio esta finalidad de la que vamos a hablar ahora es única del icono.
Es su llamada a la “mimesis”, la imitación de lo que se contempla en orden a la deificación del cristiano. Los griegos usan el término “eiconiso” (Gr. Εικονιζω, Ru. творить образы, формировать. ) que podríamos traducir como dar forma o imagen, modelarse, configurarse a, representarse como. El icono se convierte para quien lo contempla en una especie de trampolín que lo lanza, lo impulsa hacia lo alto. Viene a ser como una bisagra que está en el punto de encuentro entre el Verbo encarnado que se muestra en el icono y de mi ascenso hacia lo alto. Al contemplar el verbo encarnado me elevo y me “divinizo” de alguna manera.
Este doble movimiento de descenso y ascenso no es sino la quinta esencia del cristianismo. Si tuviésemos que definir que es el cristianismo diríamos que es un doble movimiento de descenso y ascenso, donde el Verbo se hace carne “movimiento de descenso, llegando hasta nosotros nos toma de la mano y nos eleva hacia lo alto, los padres lo dijeron de forma taxativa “Dios se hace hombre para que el hombre se haga Dios” (se entiende por la gracia). Esto es, el hijo de Dios se hace hijo del hombre, para que el hijo del hombre, se haga hijo de Dios.
Esto es lo que los griegos llamaban un movimiento de “Catabasis”, cata, significa descenso y “Amnabasis” ascenso. Todos los misterios del Verbo, que se hace niño despojándose de su categoría de Dios, que luego se humilla en el Jordán siendo bautizado como un pecador mas, que entra en la cruz como un criminal, y que desciende hasta los infiernos, constituyen todo un movimiento de anonadamiento del verbo que viene seguido de todo un movimiento de ascenso, de triunfo del verbo, su resurrección, ascensión y su sesión a la derecha del padre.
El cristiano está llamado a imitar este doble movimiento y el icono es como una bisagra que une el descenso y el ascenso. En el icono esta de alguna manera lo representado pero, no para que nos quedemos ahí, si no para levantarnos y poder decir “sursum corda”, levantemos el corazón, no nos quedemos en la exterioridad de lo que estamos mirando. Así la imagen adquiere un carácter dinámico. El icono participa del poder santificante que implica la encarnación del verbo.
Así como en el hombre la imagen de Dios nunca alcanza su perfección total, jamás llega a convertirse en semejanza (No es lo mismo imagen que semejanza. La imagen es lo ontológico del hombre la semejanza es la imitación moral de Dios) de forma que todos somos imagen de Dios, tenemos inteligencia como Dios, voluntad como Dios pero podemos ser pecadores y condenarnos y no perdemos por eso la imagen de Dios, aun cuando estemos en el infierno. La semejanza es la imitación moral de Dios “la santidad” es el impulso a lo alto. Por eso los padres orientales dicen que la Virgen María es la santísima (la semejantísima) la más semejante.
Así el icono no solamente nos muestra la imagen si no que nos impulsa a la semejanza. Nos impulsa a que dinamicemos la imagen poniendo la inteligencia y la voluntad al servicio de Dios y de esa manera pasemos de ser una imagen a una semejanza.