Padres defensores de los iconos. San Juan Damasceno (675 - 749).
Nació en la gran ciudad de Damasco en el año 675, en el seno de una de las familias más ilustres de la ciudad: su abuelo había sido funcionario al servicio del Imperio Romano de Oriente.
La capital de Siria había caído bajo la dominación árabe en el año 635 y se había convertido en la sede de un califato, lo que le convirtió, en un testigo ocular del paso de la cultura griega y siriaca, compartida por la parte oriental del Imperio bizantino, a la cultura del islam.
A pesar de la fuerte presión ejercida por los conquistadores sobre los cristianos, su padre (Sergio Mansur), logró ganarse la confianza del califa Abdul-Malik (685-705) y se convirtió en su asistente general para los asuntos económicos del califato.
Su padre buscó un tutor cristiano capaz de dar a sus hijos la mejor educación que permitía la época, en su búsqueda fue singularmente afortunado, ya que descubrió entre los cautivos tomados en una reciente expedición a las costas de Italia a un monje siciliano llamado Cosmas. Sus indagaciones a cerca del monje le permitieron darse cuenta que era un hombre de profunda erudición. Valiéndose de su influencia con el califa, Mansur consiguió la libertad del cautivo y lo nombró tutor de sus hijos. Bajo la tutela de Cosmas, Juan hizo rápidos progresos, en el lenguaje, en álgebra y en geometría. Así como en música, astronomía y teología.
A la muerte de su padre, Juan Damasceno fue hecho “protosymbulus” o principal concejal de Damasco. Alrededor del año 700, insatisfecho de la vida en la corte, San Juan Damasceno, repartió sus posesiones entre los pobres y escogió la vocación monástica.
Entró con su hermanastro en el monasterio de San Sabas, al sudeste de Jerusalén donde pasó la mayor parte de su vida. Tras el habitual tiempo de noviciado, Juan V, Patriarca de Jerusalén, le confirió el ministerio del sacerdotal. Sin alejarse nunca del monasterio, se dedicó con todas sus fuerzas a la ascesis y a la actividad literaria, aunque no desdeñó la actividad pastoral, de la que dan testimonio sobre todo sus numerosas Homilías.
Pretendió exponer sistemáticamente todo el dogma cristiano y no abordar unos pocos temas como hicieran sus antecesores, esta obra la realizó de manera tal que mereció la gratitud de todas las épocas posteriores. Algunos le consideran el precursor de los escolásticos, mientras que otros lo consideran como el primer escolástico, y a su obra “De fide orthodoxa” como la primera obra del escolasticismo.
En 726, a pesar de las protestas de Germano, patriarca de Constantinopla, El emperador Bizantino León III de Sobrenombre "el Isáurico" publicó su primer edicto contra la veneración de imágenes y suprimió la oposición abierta en la capital al destituir al patriarca de Constantinopla.
Juan Damasceno inmediatamente se unió a sus opositores, en defensa de esta antigua tradición cristiana. No sólo se opuso personalmente al monarca bizantino, sino que promovió la resistencia del pueblo. En el año 730 el emperador bizantino publicó un segundo edicto, en el que no sólo prohibía la veneración de las imágenes, sino que incluso impedía su exhibición en lugares públicos. A este real decreto replicó el Damasceno con redoblado vigor, y mediante la adopción de un estilo más sencillo expuso su punto de vista al alcance de todo el pueblo. Escribió una tercera carta subrayando lo que anteriormente había expuesto y advirtió al emperador de que tuviera cuidado con las consecuencias de su acción. Naturalmente, estas poderosas apologías suscitaron la ira del emperador bizantino.
San Juan Damasceno muere de en el año 749 en su monasterio de San Sabas.
En el año 754 se reunió por orden de Constantino V de sobrenombre "Coprónimo", el sucesor de León III, el Concilio de Hieria también conocido por algunos como "Concilio de Constantinopla V" Este concilio confirmó los principios de los iconoclastas y anatematizó a los que se habían opuesto a ellos de manera destacada, especialmente a Juan Damasceno al que se le llego a tildar de “maldito favorecedor de los sarracenos”, “traicionero adorador de imágenes”, “ofensor de Jesucristo”, “maestro de impiedad” y “mal intérprete de las Escrituras”.
Sin embargo, en el Segundo Concilio de Nicea (Séptimo Concilio ecuménico en 787) en base a los tres Discursos contra quienes calumnian las imágenes santas los padres sinodales lo rehabilitan y canonizan haciendo abundantes rectificaciones a los insultos de sus enemigos, y San Teófanes, escribiendo en 813, nos dice que sus amigos lo apodaron Crisorroas (corriente de oro) por sus dotes oratorias.
En estos textos se pueden encontrar los primeros intentos teológicos importantes de legitimación de la veneración de las imágenes sagradas, uniéndolas al misterio de la encarnación del Hijo de Dios en el seno de la Virgen María.